Entrevistamos a Lvca
“Con el live es como transmitir en una hora mi visión musical de forma compacta y enérgica, y creo que el público lo percibe, respondiendo con un tipo de atención e intensidad diferente.”
¿Qué lleva a un artista a hacer música? ¿Placer o complacerse a sí mismo? Una pregunta casi utópica, sobre todo en una sociedad que mastica y escupe artistas cada día, obligándolos a gustar antes incluso de gustarse.
Pero hay artistas que, al igual que LVCA, construyen su carrera desmenuzando esa cuestión y permaneciendo fieles a sí mismos, llevando su visión de la música a los clubes más importantes del mundo desde hace más de quince años, tanto en formato DJ set como a través de su live.
Conocí a Luca por casualidad en una boda, sin saber que era el corazón palpitante de la música que escuchaba en mi adolescencia. Los de mi generación, enamorados de la electrónica pero intimidados por la oscuridad minimal berlinesa de entonces, recordarán aquella wave de los 2010 que, en Ibiza, vivía un auténtico hedonistic revival.
Uno de sus portavoces fue precisamente LVCA, entonces Luca Cazal, con proyectos como Infinity Ink y Hot Natured.
Europa redescubría el groove de los ‘80 y ‘90, esa sensualidad rítmica que miraba hacia basslines redondos, sintetizadores analógicos cálidos y una vena vocal casi pop-psicodélica. Para quienes buscábamos un poco de aire fresco, aquel sonido fue una bendición...
Hoy, según nos cuenta, ese espíritu ha sido absorbido por la necesidad de mostrarse, de agradar.
La música, sin embargo, sigue dentro de él como entonces, con una única exigencia: sorprenderse a sí mismo, dentro y fuera del estudio, permaneciendo fiel a su pasión.
Con LVCA diste forma a una metamorfosis natural hace unos cuatro años. ¿Qué te impulsó a cambiar de piel y dejar atrás tus alias y proyectos anteriores?
Exacto, fue algo que ocurrió de manera muy natural. Con el tiempo, mi camino siempre ha estado en constante evolución, impulsado también por mis gustos musicales tan amplios y por una mezcla de influencias que va en muchas direcciones. Diría que es la búsqueda que hago y la música que propongo en mis DJ sets lo que acaba influyendo en lo que luego tengo ganas de producir. A medida que profundizo en nuevos estilos, suelo obsesionarme con entender su construcción y con crear mi propia interpretación personal. Es algo que he hecho durante toda mi carrera. Al mismo tiempo, todas las influencias anteriores permanecen en mi música y se entrelazan con las nuevas.
Cada una de mis “nuevas encarnaciones” es la suma de todo lo que vino antes, enriquecida por los sonidos más recientes que estoy explorando.
Antes de llegar a la electrónica ya tenías un recorrido activo dentro de otros géneros como el post punk y la new wave. ¿Siguen influyendo esas raíces en tu música o la inspiración proviene más de lo que te rodea hoy?
Mi primera producción de música electrónica fue en 2011, con el proyecto Luca C & Brigante y el mini álbum Luca C & Brigante presents Invisible Cities, publicado en Southern Fried Records, el sello de Norman Cook, alias Fatboy Slim.
Era un disco de seis temas que exploraba sonoridades baleáricas mezcladas con influencias psicodélicas de los 60 y una electrónica de raíz ochentera, quizá porque en aquella época escuchábamos muchas cintas del Cosmic de Daniele Baldelli.
Ese mismo año también salió mi primer disco realmente house, Different Morals, aún firmado como Luca C & Brigante.
Antes de ese periodo, sin embargo, mi camino musical ya estaba muy activo. Empecé a publicar discos al final de la adolescencia, a principios de los 2000, y mi última banda antes de dedicarme por completo a la electrónica, Cazals (2004–2008), estaba fichada por Kitsuné, el sello francés de Gildas Loaëc, uno de los managers y miembros del equipo de Daft Punk y Roulé Records.
La componente electrónica siempre estuvo presente en mi música, incluso entonces. Con Cazals usábamos muchos sintetizadores y nos inspirábamos en la escena post-punk y new wavebritánica de los años 80. Incluso llegamos a abrir algunos conciertos del tour Alive de Daft Punken 2007.
Pensándolo ahora, mis raíces post-punk y new wave siguen influyendo profundamente en mis producciones electrónicas actuales. Siempre intento mantener ese toque humano con el que crecí tocando en bandas, y probablemente por eso mis temas suenan tan orgánicos, incluso cuando son totalmente electrónicos.
La ciudad en la que vivo también es, por supuesto, una gran fuente de inspiración y condiciona mucho mi manera de hacer música. La inspiración siempre nace de una mezcla de todo lo que me rodea: lo que sucede en mi vida, la música que pincho en ese momento como DJ y las máquinas que estoy usando en el estudio. He vivido en cuatro ciudades muy diferentes: Milán, Londres, Ibiza y Barcelona, cada una con una personalidad única que ha marcado e inspirado distintas etapas de mi recorrido creativo.
Pasar de las bolsas de vinilos a los cases llenos de máquinas para tus lives ha supuesto una evolución sorprendente en tu carrera. ¿Cómo llegaste a ese punto?
En realidad, el proyecto de live nació un poco por casualidad. Acababa de terminar un EP para Cymatix, el sello de mis amigas Anah y Lumiere, y se me ocurrió la idea de presentar los nuevos temas con un live show.
En el pasado ya había hecho algunos lives electrónicos con mi proyecto Infinity Ink, pero esta vez lo estructuré de otra manera: utilicé diferentes máquinas, como la Roland 303, y añadí un sintetizador con vocoder con el que ejecuto e improviso algunas partes en tiempo real, sin programación previa.
El resultado fue muy positivo, tanto que a partir de ahí se transformó en algo más estable.
Nunca fue una decisión consciente pasar del DJ set al live. En realidad, sigo haciendo ambas cosas: simplemente el live, al ser algo más único y personal, en los últimos dos años ha empezado a tener cada vez más demanda.
¿Sientes la diferencia entre un DJ set y un live también en la interacción con el público?
Es una pregunta que me hacen a menudo, y sí, creo que son experiencias bastante distintas.
El live set es mucho más corto que un DJ set; dura alrededor de una hora y está compuesto íntegramente por mi propia música, por lo que tiene una energía diferente. Es más concentrado, más intenso, y también a nivel visual el público percibe que estoy tocando e improvisando: hay una interacción directa, casi física, que genera otro tipo de conexión.
En el DJ set, en cambio, hay más espacio para dialogar con la pista, dejarse llevar y responder a la energía del público.
Con el live, por el contrario, es como transmitir en una hora toda mi visión musical de forma compacta y potente, y creo que el público lo percibe, respondiendo con una atención y una intensidad distintas.
Cuéntanos cómo preparas y trabajas un live set.
Siempre intento preparar el live en función del tipo de evento en el que voy a tocar.
Hay algunos temas que casi siempre incluyo, que representan la columna vertebral del show, pero en cada ocasión me gusta añadir algo nuevo o rescatar piezas antiguas que produje en el pasado,y crear versiones inéditas para ese live en concreto.
Desde el punto de vista técnico, mi set combina Ableton Live, máquinas y una serie de efectos.
Las pistas están divididas en stems que reviso con un controller, mientras que con otro manejo los efectos y volúmenes dentro de Ableton.
Además, utilizo un multi-efecto conectado a los sends del mezclador para intervenir en tiempo real sobre las distintas máquinas y dar más profundidad y movimiento al sonido.
Tengo una drum machine para algunas secciones rítmicas, una Roland 303 para las partes acid, y un Korg R3 con vocoder que uso tanto para improvisar melodías como para las partes vocales.
Normalmente empiezo a ensayar unos días antes del live, añado nuevos elementos y hago jamspara dejar que el set tome forma de manera natural.
Pero la mayoría de las veces acabo improvisando en el momento, creando nuevas líneas melódicas en el sintetizador y mezclando los stems de forma distinta a como lo había planeado.
El año pasado nació Orior, tu nuevo sello. Cuéntanos la narrativa detrás del proyecto y de dónde surge su inspiración.
Orior es una palabra que proviene del latín y significar “surgir”, “elevarse”, en otras palabras, seguir creando y creyendo en la propia visión incluso frente a las dificultades. Es un proyecto al que le tengo muchísimo cariño. Nació como una extensión natural de mi camino artístico, una manera de expresarme con total libertad, sin límites de género y sin la presión de tener que complacer a nadie. Es el espacio donde puedo compartir mi visión de la música de club, tanto a través de mi música como de la de artistas que admiro. Acabamos de lanzar la segunda referencia y estoy realmente feliz con la respuesta que estamos recibiendo. Creo que la gente percibe la sinceridad del proyecto.
¿Hay máquinas o instrumentos a los que tengas un cariño especial? ¿Por qué?
Sí, a algunas no solo les tengo apego por su sonido, sino también por el recorrido que representan. El Juno-60, por ejemplo, es una de las que uso desde siempre: tiene una musicalidad y un calor que para mí sigue siendo insuperable.
Luego hay instrumentos como el SH-101 o la TB-303, con un carácter muy marcado y que forman parte esencial de mi lenguaje musical. Con ellos he construido gran parte de mi identidad sonora, así que más que instrumentos, los considero verdaderos compañeros de viaje.
Otra que tengo que mencionar, sin la que no podría trabajar, es mi MPC-2000, que uso principalmente para secuenciar las baterías y las drum machines como la TR-909 o la TR-707.
A lo largo de los años, siendo siempre un productor muy ligado al hardware, he comprado y vendido muchas máquinas, pero algunas nunca se han ido, y estas cuatro siempre se han quedado conmigo.
Con más de quince años dentro de la cultura del clubbing, ¿cómo ves la escena electrónica actual, especialmente en España, donde parece haber un regreso hacia espacios y artistas más underground?
Es cierto. En los últimos años he notado un regreso muy fuerte a la esencia del clubbing, a una dimensión más íntima y auténtica que durante un tiempo se había perdido un poco.
En España, por ejemplo en Barcelona, pero también en ciudades como Valencia o en el País Vasco, hay una nueva generación que está redescubriendo el valor de los espacios pequeños, de los sound systems y de la experiencia compartida de una forma más profunda.
Yo mismo me siento más cercano a ese mundo: clubs pequeños, gente que va a escuchar. Es ahí donde, para mí, el clubbing vuelve a tener un verdadero sentido cultural.
Al mismo tiempo, en Ibiza veo justo lo contrario: una homogeneización de la música, la casi desaparición de cualquier realidad underground y de todo tipo de búsqueda musical.
Ahora todo gira en torno a los grandes eventos y, sin un verdadero cuidado en los line-ups, la música se consume como parte de un espectáculo.
Me gustaría ver un regreso a los orígenes de la isla, no solo en cuanto a la música, sino también en la actitud y en la manera de presentarla a la gente: con autenticidad, visión y respeto por lo que Ibiza siempre fue. Un melting pot de culturas, estilos, artistas y espíritus libres; un lugar donde convivían todas las clases sociales, unidas por la música y por la libertad de expresarse, antes de que la cultura VIP se impusiera.
España ha sido tu casa durante muchos años. ¿Crees que sigue influyendo en tu manera de producir?
Sí. Al principio viví en Ibiza, y en esa época me influenció mucho el tipo de fiestas en las que pinchaba. Fui residente en DC10 durante varios años, y mi sonido entonces era claramente más house. Cuando me mudé a Barcelona, redescubrí mis influencias new wave, post-punk e Italo, y la ciudad, con toda su historia ligada a ese tipo de música, sin duda contribuyó a ese cambio.
En los últimos años también he conocido a otros artistas en mi misma sintonía, como los chicos de Veintidós Recordings, con quienes he colaborado en varios remixes y temas y tengo un EP a punto de salir.
En cuanto a producción, ¿qué es lo que más te mueve cuando estás en el estudio?
Lo que me mueve en el estudio —podría sonar algo egoísta— es la necesidad de gustarme a mí mismo, de crear algo que realmente ame. Si luego ese tema hace bailar a una pista o llama la atención de algún digger apasionado, bienvenido sea, pero no es lo que me preocupa.
Al final, simplemente quiero hacer algo que me guste.
¿Hay algo en lo que todavía no te hayas adentrado y que te gustaría explorar más a fondo?
Recientemente participé en unas sesiones en Italia organizadas por Sony Italia, junto a producersy beatmakers del mundo del rap, trap y electrónica pop.
Era un contexto que no conocía y que estoy descubriendo ahora, y debo decir que hay propuestas realmente estimulantes.
Me divertí mucho haciendo algo completamente distinto a lo que suelo hacer, y sin duda es un terreno que me gustaría explorar más. Me encanta salir de mi zona de confort y ponerme a prueba, porque es justo ahí donde suelen nacer las ideas más frescas.
El mercado de la electrónica parece hoy un poco saturado y, en algunos aspectos, también plano. ¿Qué cambios has visto a lo largo de los años y qué le dirías a alguien que intenta hacerse un nombre en la escena actual?
Creo que hoy hay demasiada estrategia detrás de la música; muchos producen con un plan muy claro en mente: quieren publicar en un sello concreto para luego dar el siguiente paso en su carrera. Todo se ha vuelto demasiado calculado y se ha perdido un poco esa inocencia que antes caracterizaba la escena.
Las redes sociales también han contribuido a esto: ahora todo está planificado, lleno de estrategias e intercambios de favores… DJs y promotores que se invitan mutuamente a sus fiestas, de modo que uno toca en el evento del otro y viceversa. Algunos han construido carreras enteras sobre estos mecanismos, más que sobre la música.
Parece importar más a quién conoces y cómo te mueves en redes que lo que realmente propones artísticamente.Y eso, en mi opinión, es una de las cosas que está aplanando la escena. Dicho esto, todavía hay artistas que consiguen proponer algo realmente único y, por suerte, llegar a ser reconocidos a cierto nivel.
A quienes hoy quieren hacerse un hueco en la escena underground les diría simplemente que trabajen con dedicación, que cultiven su identidad y se conviertan en artesanos de su arte: cuidar cada detalle y poner parte de sí mismos en lo que hacen. Para mí, el underground es una actitud, no un género. Es la coherencia con la que llevas adelante tu visión, el modo en que eliges hacer las cosas. No sigas las reglas del mercado: sigue tu propio rumbo. Si hay talento, sinceridad y constancia, tarde o temprano todo encuentra su espacio.
¿Qué ve LVCA hoy en su bola de cristal?
Desde el punto de vista discográfico, el proyecto principal en el que estoy trabajando ahora es un álbum que saldrá como LVCA and The Naked Moon, que es mi “banda”, entre comillas, porque sí, es un álbum mío, pero involucra a muchísimos colaboradores.
El 90% de los temas incluye vocalistas, coproductores y distintos músicos, muchos de los cuales han formado parte de mi recorrido durante los últimos veinte años. Es un proyecto muy ambicioso en el que llevo tiempo trabajando; ya estoy más allá de la mitad del proceso y estoy realmente entusiasmado con él.
En paralelo, estoy preparando nueva música para mi sello Orior, continuando con mi visión de lamúsica de club a través de colaboraciones, y dando visibilidad a artistas que admiro y que merecen más atención. La próxima referencia será una colaboración con el artista estadounidense Seven Davis Jr., a quien escucho y admiro desde sus primeros lanzamientos en Ninja Tune. Para mí, es un verdadero visionario de la música house.
En cuanto a los live, tengo planeados algunos shows especiales, pero también habrá un regreso al DJ set, algo que he echado mucho de menos después de estos dos años tocando casi exclusivamente en formato live.
