Entrevistamos a Valerie Santos
No es cuestión de géneros: Valerie está escribiendo su propio lenguaje
Con 15 años ya sabía que una controladora de dos canales no le bastaba. Hoy, después de más de una década de rodaje, esa misma inquietud sigue marcando su camino. Percusiones afiladas, melodías con intención y una narrativa clara: la de alguien que no busca encajar en una etiqueta, sino contar algo en cada sesión. Valerie Santos no se limita a pinchar. Escucha, interpreta y responde. Desde pequeñas salas hasta escenarios de peso, ha aprendido a leer la pista sin perder su instinto. Hablamos con ella sobre el respeto por el espacio y esa fina línea entre simplemente soltar música o, aún mejor, poder hacer algo más profundo.
Empezaste a pinchar desde muy joven. ¿Cómo fue ese primer contacto con la música y el arte de pinchar? ¿Qué fue lo que te atrajo a la cabina y qué te motivó a seguir ese camino desde el principio?
Mi primer contacto con la música electrónica fue en un pequeño festival de tech house cuando tenía solo 14 años, aunque mucho antes, con unos 10, recuerdo escuchar sesiones de Oscar Mulero, Erick Morillo o Cristian Varela. Mi padrino era muy fanático de estos artistas. Jugaba con un ecualizador antiguo de 10 bandas mientras hacíamos ritmos con un doumbek. Creo que realmente ahí empezó mi interés por los ritmos y la música electrónica.
Con 15 años toqué mi primera controladora de dos canales. A la semana, recuerdo decirle a mi madre: “mamá, con los ahorros que tengo quiero comprarme una mesa más grande”. Sentía la necesidad de exprimir esa sensación de mezclar más canales y experimentar con sonidos de diferentes fuentes. Al poco tiempo tuve la suerte de pinchar en sitios pequeños de mi ciudad, y desde ese momento supe que eso solo acababa de empezar.
¿Cómo describirías tu sonido sin entrar en géneros?
Mi sonido ideal, si hablamos de la transición en una sesión, tiene que tener ritmos muy bailables con mucha percusión, un buen bombo y también momentos de respiro. Generalmente, melodías con sentimiento que me ayuden a conectar de forma especial con el público.
¿Qué crees que marca la diferencia entre un DJ que simplemente pincha y uno que realmente se conecta con la pista?
Creo que ha sido clave para mí haber vivido la evolución de la música en la última década. Eso me ha ayudado a entender qué quiere el público en cada momento, saber interpretarlo y crear esa conexión.

¿Qué tiene que pasar para que una sesión haya sido realmente buena para ti?
Para que una sesión haya sido realmente buena, necesito sentir que he contado algo, una historia. Cuando veo caras de felicidad en la pista, cuando noto que esa historia se refleja en la energía que estamos compartiendo, sé que hemos conectado de verdad.
Bajo tu experiencia, ¿qué papel juega el espacio donde actúas a la hora de plantear tu sesión?
Hay espacios que, por el hecho de tener cierta relevancia en la escena, ya te condicionan. También hay que ser consciente del lugar que ocupas en el cartel; eso influye sobre en qué punto tienes que dejar tu sesión. En resumen: hay que aprender a respetar el espacio que ocupa cada uno.
¿Te influye el tipo de público o el sitio al preparar una sesión?
Siempre me ha gustado dejar gran parte de la selección musical al momento, a lo que estoy sintiendo. Ese track que recuerdas en mitad de una sesión, o ese tema de cierre que tenías preparado pero acabas cambiando porque la pista te dice otra cosa. Ahora trato de llevar una selección más ajustada e intento disfrutar más de la sesión con el público, sin perder tanto tiempo rebuscando entre carpetas. Lo perfecto para mí sería una combinación entre tener una buena selección previa y dejar espacio para la improvisación.
¿Cómo ha cambiado tu forma de pinchar desde tus primeras experiencias hasta ahora?
Ha sido importante haber pasado por distintos estilos, desde el tech house hasta diferentes variantes del techno. Eso me ayudó a encontrar el sonido con el que hoy me siento más identificada. Mantengo esa forma de pinchar, pero ahora me gusta dejar que los tracks respiren y se desarrollen entre sí, sin ir corriendo de un tema a otro.
Uno de los momentos más clave para mi evolución fue después de la pandemia. La gente estaba más eufórica, con muchas más ganas de disfrutar. Esa energía cambió por completo mi conexión con el público: pasé de tener una actitud más fría y técnica a empezar a disfrutar de verdad las sesiones cuando me di cuenta de que, aunque mi estilo sea duro, puedo expresar mucho más que “ruido”. Que no quiero cerrarme a un género puro, sino sorprender en cada sesión con temas o melodías que quizás no encajan en mi estilo, pero que funcionan a la perfección.

Si pudieras rebobinar a tu primer bolo en un club grande, ¿qué le dirías a la Valerie de ese momento?
Simplemente: disfruta.
¿Tienes alguna anécdota de un bolo que no se te olvide nunca?
Me tocaba abrir el Hangar de Fabrik y, 10 minutos antes de empezar, vi a Klangkuenstler haciendo su prueba de sonido. Es un artista que admiro mucho, y estaba tan nerviosa por mi sesión que no me atreví ni a saludarle.
¿Qué es lo que más te motiva en este momento de tu carrera?
Después de 12 años puedo decir que he encontrado mi sonido. Ahora siento que lo que estoy pinchando es lo que realmente me llena, y eso me motiva a seguir afinando y descubrir nuevos matices que definan aún más mi estilo. Todavía tengo muchos sueños por cumplir y cada vez más ilusión. Mi objetivo ahora mismo es volcar todo esto en mis producciones y buscar ese toque personal sin miedo.
