El Fyre Festival se transforma: de catástrofe caribeña a plataforma de streaming
Billy McFarland vende la marca Fyre y su primer comprador la convierte en un híbrido entre Spotify y Pluto TV

Si creías que el Fyre Festival ya había dado todo lo que tenía que dar, agárrate. Después de prometer villas de lujo y acabar ofreciendo pan con queso en carpas mojadas, el festival da un giro de guion inesperado. La marca Fyre acaba de ser licenciada para convertirse en una plataforma de música en streaming.
Billy McFarland, el fundador del Fyre Festival y expresidiario por fraude electrónico, anunció esta semana que pone en venta la marca tras dos años “reconstruyéndola con honestidad, creatividad y esfuerzo implacable” (palabras suyas). Pero lo más jugoso es que una parte ya ha sido adquirida por el productor Shawn Rech, conocido por sus documentales de crimen real, quien ahora planea convertir Fyre en un híbrido entre servicio de suscripción y plataforma gratuita con publicidad.
Mientras tanto, Fyre Festival 2, que pretendía celebrarse en mayo en Playa del Carmen tras un primer intento en Isla Mujeres, vuelve a quedarse en el limbo. McFarland culpa al gobierno local por la retirada de apoyo, aunque nunca llegaron a confirmarse permisos ni cartel. En redes, los asistentes que compraron entradas de hasta 1,1 millones de dólares siguen esperando respuestas. Y artistas confirmados, ninguno.
En paralelo, la marca Fyre —lejos de enterrar su fama de desastre logístico y símbolo del bluff influencer— parece haber encontrado un segundo aire como herramienta de marketing. McFarland, consciente del poder memético de su criatura, lo resume así: “Hemos probado algo sin duda: Fyre es uno de los motores de atención más potentes del mundo.”
La venta de la marca se presenta, según él, como una forma de pasar el testigo a alguien “con los recursos y el enfoque adecuados” para ejecutar la visión y “hacer historia”. Aunque claro, la historia ya está escrita. Y no precisamente como un triunfo. Por ahora, el nuevo Fyre no tiene fecha de lanzamiento, catálogo de artistas ni mucho menos validación en la industria. Lo que sí tiene es una narrativa de redención forzada y un historial de promesas incumplidas.