Crónica: Sophie Festival - Special Weekender
Un relato de un paseo por uno de los festivales mas ardientes de Andalucía

La experiencia Sophie trasciende lo habitual de un festival. Fieles a su propio lema —more than a club, better than a festival—, se ha convertido en un punto de referencia dentro del apogeo que vive Málaga en la música electrónica, una ciudad que empieza a consolidarse como destino imprescindible en el mapa internacional. Un lugar donde, antes de que arranque la primera jornada, puedes sentarte en un chiringuito frente al mar, degustar un banquete de mariscos y activar, muy rápidamente, el modo vacaciones.
Cuando ya entras en ritmo y llegas al Ogus Park —el recinto donde se celebra el festival—, enseguida percibes que cada detalle está pensado con cuidado. El diseño arquitectónico, con aires orgánicos que se integran de manera natural con el entorno, se despliega en una gran pista de baile presidida por una pantalla circular de 30 metros —la más grande de España—, flanqueada por zonas VIP con mesas y sofás, perfectos para tomarse un respiro. La logística acompaña: barras suficientes para evitar colas eternas y un sistema de pago directo, sin tokens ni complicaciones.
El sistema de sonido no puede ser mejor: l’Acoustics, con dos torres line-array enormes por lado y una pared de subwoofers reforzando toda la línea inferior. Está pensado para que el público no pierda ni una frecuencia.
Los pasados días 1 y 2 de agosto, por el Main Stage pasaron nombres como Richie Hawtin, ANOTR, Janeret, Traumer, Omar y más, pero el set de Helena Hauff merece una mención aparte: para mí, fue uno de los mejores del festival. Una artista sin límites de género y con una técnica impecable, pinchando solo con dos Technics y un mixer, sin efectos ni luces extrañas, y con un bolso lleno de vinilos. Logró llevar la pista a un punto perfecto, creando tensión y soltando energía, mezclando electro y techno con toques de Detroit, pero también incluyendo música actual, algo que sumó mucho a su personalidad magnética detrás del booth.

Y aunque el Main Stage es imponente, mi rincón favorito estaba solo a la vuelta: el Garden Stage. Un auténtico oasis con césped natural (plantado por ellos mismos) y árboles que envolvían la pista bajo un precioso tipi, creando un ambiente íntimo donde la conexión entre el DJ y el público era inmediata. Aquí la propuesta eran vinilos girando sin parar y constantes cambios de equipo que daban al escenario un aire de club underground en plena naturaleza.
Por el Garden pasaron artistas como Paquita Gordon, John Talabot, Nicolas Lutz, Giammarco Orsini, Christian AB y muchos más. Allí se respiraba cultura de vinilo y una apuesta decidida por invitar a la audiencia a escapar de lo fácil. Incluso Giorgio Maulini —DJ y responsable de la curaduría del festival— llevó la experiencia un paso más allá, montando una tienda con vinilos seleccionados por él mismo. Un auténtico imperdible para quienes aman lo analógico.

Aunque cada DJ desplegó lo mejor de su repertorio, tengo que destacar a Nicolas Lutz, que hipnotizó a la pista con un set impecable. Bajo unas simples luces rojas que recorrían el techo del tipi, sus vinilos giraban y mantenían a todo el mundo anclado al suelo. Lutz es uno de los artistas más enigmáticos de la escena. Al igual que Helena Hauff, no usa redes sociales ni se le escucha en entrevistas o reels… su música habla por sí sola.
Alrededor de la zona del Garden también podías encontrar tragos frozen (imposible resistirse a uno), hamburguesas, pizzas y bocadillos de gran calidad. Un detalle que refuerza esa sensación de festival cuidado al milímetro, donde la experiencia va mucho más allá de la música.

El festival arrancó el viernes y el sábado a las 16:00h y, en teoría, terminaba a las 02:00h. Pero la fiesta no se detuvo ahí. En el mismo recinto se abría una masía antigua, con techos altos y un patio que parecía sacado de una boda, transformándolo en el espacio perfecto para la afterparty. El line-up siempre es sorpresa y todo puede pasar, y nosotros nos encontramos con dos b2b inesperados que fueron la horquilla del fin de semana: Omar b2b Giammarco Orsini cerrando el segundo día con un set impecable, y Traumer b2b Janeret dando la bienvenida a la madrugada del primero. Era el cambio de atmósfera perfecto: de la amplitud del aire libre a un lugar más íntimo e intenso, ideal para estirar la noche unas cuantas horas más.
Y hay que decirlo: ir a un festival no es poca cosa, sobre todo cuando la mayoría parecen pensados para el público extranjero, donde una cerveza cuesta 10 euros y la diversión se paga a precio de oro. En Sophie pasa lo contrario: los precios están cuidados, las opciones son variadas y es evidente que piensan en el público local.
Por la calidad del festival, el cariño con el que está hecho, la energía del público andaluz, el trato excepcional del staff y todo lo que Málaga ofrece alrededor, no tengo duda alguna de que volveré. Se vive, se baila y se disfruta de verdad.
Gracias, Sophie Festival. Nos vemos muy pronto.
