Entrevistamos a Alexia Glensy
"Lo que debe importar es la música. Las plataformas son útiles, pero no deberían definir quién eres."
Hay artistas que transmiten calma incluso antes de tocar un solo tema. Su presencia, su forma de hablar y la pasión con la que describe la música revelan que lo suyo va mucho más allá de las cabinas. Nacida en Londres y criada en Brasil, Alexia Glensy ha recorrido un camino marcado por la curiosidad, la intuición y una conexión profunda con el arte de mezclar emociones (y discos).
Desde sus primeros pasos en la escena brasileña hasta su consolidación en Europa, ha sabido construir un sonido propio: hipnótico, melancólico y lleno de energía.
Hoy, afincada en Ámsterdam y con un nuevo proyecto llamado MÆTERIA junto a Alex Dima, nos invita a conocer su historia, su visión y lo que significa mantener los pies en la tierra en un mundo que nunca deja de girar.
Naciste en Londres pero creciste en Brasil. ¿Cómo te introdujiste por primera vez en la cultura del vinilo y qué puedes contarnos sobre la escena underground en tu país?
Descubrí la cultura del vinilo bastante tarde; era algo que veía hacer sobre todo a DJs internacionales.
En Brasil el vinilo nunca fue accesible: los impuestos de importación son altísimos, casi no hay sellos que editen en ese formato y comprar discos del extranjero resulta caro. Por eso la comunidad es pequeña y la mayoría empezamos con música digital, como fue mi caso.
Todo cambió cuando me mudé a Londres a los 18. Allí conocí gente con colecciones, tiendas por todas partes y una cultura muy viva. Mi gran despertar fue en una fiesta de Cartulis: ver a los DJs tocar solo con vinilos y sentir su pasión me inspiró a sumergirme de lleno en ese mundo.
En cuanto a la escena underground brasileña, me siento afortunada de haberla vivido. Pese a la falta de recursos, hay muchísimo talento, creatividad y una energía única. La mayoría de fiestas las organizan colectivos independientes, lo que mantiene a la comunidad muy unida. Y cuando un artista internacional toca allí, la emoción que se genera es incomparable.
Mirando atrás, ¿cómo te percibes hoy? ¿Se parece a lo que imaginabas al empezar o la vida te llevó por caminos inesperados?
A veces aún me sorprende todo lo que he vivido. En Brasil es muy difícil vivir de ser DJ, así que no imaginaba tocar en tantos lugares ni avanzar tan rápido.
Tuve la suerte de cruzarme con personas que creyeron en mí antes de que yo misma lo hiciera, y eso me dio fuerzas para crecer y descubrir quién soy como artista.
Tras viajar, conocer crews y explorar distintos sonidos, encontré el que me representa y con el que más conecto. Hoy me siento más segura y en sintonía con lo que toco.
Para quienes aún no te conocen: ¿cómo describirías tu estilo favorito cuando estás detrás de los platos?
Busco siempre transmitir emoción. Me gusta la música que te hace moverte, pero también la que tiene un punto melancólico, misterioso o hipnótico.
Depende mucho del momento y la energía del lugar, pero suelo moverme entre progressive house, house, electro y trance.
Los DJs que viajan mucho deben cuidar su salud mental y emocional. ¿Tienes hábitos o prácticas que te ayuden a sobrellevar la soledad o la intensidad del viaje constante?
Tengo la suerte de compartir esta vida con mi pareja, Alex Dima, que también es DJ, y eso lo hace más llevadero. Tener a alguien que entiende cada parte del proceso ayuda mucho.
Aun así, he aprendido a valorar los momentos de soledad: conecto conmigo misma, hablo con mi familia, veo una serie o simplemente descanso. Lo importante es encontrar equilibrio: si el calendario está tranquilo, disfruto y salgo; si viene una época intensa, priorizo el descanso y el enfoque. También intento llenar mis días con cosas productivas y tiempo con la gente que me importa.
Hablemos de tu nuevo proyecto, MÆTERIA. Lo creaste junto a Alex Dima y ahora empieza a ver la luz. ¿De qué se trata y qué podemos esperar?
Creamos Mæteria para mostrar la música que nos inspira y también otros proyectos artísticos. Queremos que sea más que un sello: incluir sesiones de escucha, música experimental o downtempo, talleres y nuevas formas de compartir arte.
Nos tomamos el tiempo necesario para que todo fluya naturalmente, como ocurrió con el primer lanzamiento de Alex Barbu – Sleep Paralysis EP (MTR01), cuatro temas preciosos que marcan el inicio de este camino.
Hoy tienes tu base en Ámsterdam, una de las capitales europeas de la música electrónica. ¿Qué ventajas y desafíos has encontrado viviendo allí?
Ámsterdam respira música electrónica; los clubs, festivales y la profesionalidad de la industria son impresionantes. Hay oportunidades constantes y una comunidad muy viva.
Los desafíos son los mismos que en cualquier sitio: necesitas persistencia, autenticidad y pasión para construir algo real. Pero si lo haces con compromiso, siempre te lleva lejos.
Si tuvieras que elegir tres clubes en España a los que siempre te gustaría volver, ¿cuáles serían?
Mi casa en España es Les Enfants. Toco allí desde la segunda semana que abrió y siempre es especial: el sonido, el equipo y la energía. También Spook, un lugar con historia y una vibra increíble donde me sentí muy bienvenida. Y este Año Nuevo debutaré en Input, un club con un sonido brutal y una atmósfera única al que espero volver muchas veces más.
Para terminar, me gustaría consultarte algo más profundo: ¿cuáles crees que son los mayores retos de la escena electrónica actual? Y, en base a eso, ¿qué cambios propondrías para mejorarla?
Crecí en una era donde las redes sociales ya lo dominaban todo, también en la música. Ese impacto ha cambiado nuestra escena y, aunque es parte de la evolución, a veces resulta frustrante ver cómo se priorizan las apariencias o los números.
Al final, lo que debe importar es la música. Las plataformas son útiles, pero no deberían definir quién eres. A los artistas les diría: seguid a lo vuestro, no os moldeéis por lo que se ve bien online.
Y al público: explorad más allá de lo que os muestra el algoritmo.
Aun con todo, creo que vivimos un momento muy bonito: salen discos increíbles, artistas jóvenes y veteranos comparten cabinas, y hay colectivos creando cosas inspiradoras. La magia de la música sigue ahí; solo hay que centrarse en ella.
